Ese empeño personal en comenzar un texto nuevo con tanta regularidad haciendo imposible la culminación del texto en el que estoy trabajando ahora, es lo que me motiva a escribir esta nota.
Valga pues señalar desde un principio que es una nota resentida para que, quien pueda sentirse ofendido, deje de leer de inmediato y sintonice otro canal, a fin de cuentas, todos tenemos cable.
Para escribirla por ejemplo debería comenzar divagando sobre la terrible idea de verla publicada en mi blog o enviársela a algún amigo que pueda responderme con franqueza. Esa lucha permanente entre el ego y la menuda certeza de no haber escrito nada que realmente valga la pena. Este diálogo permanente entre la almohada y el inodoro, entre el transporte público y el techo del trabajo.
Un monólogo más bien entre la palabra que se diluye entre una tarea y otra, en el penoso afán de dejarla pasar porque al parecer hay cosas más importantes o temo herir a alguien.
Alguna vez César me decía que si se dejaba pasar al poema entonces la poesía dejaría de pasar con la misma intensidad. Xiomara por su parte me escribió hace un año que dejara de hacer tantas cosas y tomara más tiempo para mí.
O la mala costumbre de no juzgar para no ser juzgado, pero sentir mi propio juicio cayendo sobre mí, diga o no diga nada, observado aun cuando estoy solo. Porque siempre llega alguien a tocar la puerta de tu casa por una palabra que dijiste, que en definitiva no pueden aceptar que es expresión y ya, un flujo de palabras no un estatuto en medio de un documento notariado, como un beso de amor no puede ser un matrimonio.
Bueno, pues ya he pasado un tiempo regresando a la escritura, acumulando más textos sin terminar que terminados. Cada uno de ellos se convierte en un eslabón que me amarra a sentimientos, pensamientos, ideas y preocupaciones del pasado, cosas que ya no me sirven para vivir y que deben dejarse libres para continuar. Este mismo artículo fue un "comienzo" hasta hace algunos minutos y justo vengo a terminarlo frente al editor de textos de blogger. Para liberarlo definitivamente, para liberarme definitivamente.
La tarea entonces y hasta el día de mi cumpleaños será soltar poco a poco este peso que no me sirve de nada y que cada palabra escrita cumpla su cometido. Esto será mi regalo de cumpleaños y espero que les guste tanto como a mí, si no, lo siento.